Al recorrer las zonas de producción agropecuaria del Ecuador, sobre todo en la Sierra, son observables dos procesos recurrentes: la presencia de la migración y el desplazamiento de la actividad agropecuaria a un segundo o incluso tercer lugar como fuente de ocupación de la mano de obra.
Existe una cierta obsesión por minimizar los procesos reales que se dan a nivel del sector rural, que no son tendencias coyunturales sino procesos estructurales, así como la apoteosis de una propuesta “técnica”, estancada en una dimensión campesinista-agrarista, ahora revestida de una sofisticada razón instrumental, que se presenta como la alternativa para solucionar la pobreza “moderna” de los campesinos.
El desarrollo de actividades no agropecuarias ha provocado importantes cambios en el perfil del empleo rural. Tales cambios antes que provenir de un proceso de modernización agrícola, son más bien el resultado de la crisis por la que atraviesan las economías campesinas.