Los asuntos de piel, vistos como problema social, político e ideológico que expresa la confrontación e intolerancia étnica en ciertas sociedades, se ha convertido en un tema que en épocas de espíritu globalizador cobra nuevas dimensiones, precisamente cuando asistimos y tratamos de introducirnos en la gran panacea homogeneizadora y consumista que plantea el nuevo orden mundial. No obstante y paradójicamente, en esa ola gestada e impulsada desde los países industrializados, alberga una brutal negación del hombre universal y de uno de sus principales derechos: el de vivir en la diversidad cultural. Estamos hablando de todas las posibles formas de racismos; de las prácticas y acciones excluyentes que, sustentadas en ideologías supuestamente “superiores” pretenden construir sistemas sociales “puros” y uniformes; de las xenofobias institucionalmente incontrolables; de los nacionalismos radicales y milenaristas deseosos de borrar las diferencias fenotípicas para lograr la tan ansiada nación imaginaria; en fin , de los distintos modos de discriminación étnica que se encuentran presentes en la tan preciada y alabada aldea global.