El impulso a los procesos de descentralización del Estado, en su versión moderna, cobran fuerza en la década de los 80 del pasado siglo, momento que además estuviera signado por la crisis de la deuda externa (1982). Mas que de una descentralización, entendida como la transferencia de poder y de recursos económicos para la aplicación de políticas de desarrollo local, se trataba de descongestión y desconcentración de las responsabilidades del Estado, a espacios locales que no tendrán poder, capacidad de decisión y generación propia de recursos. Otra vertiente, proveniente en gran medida de las fuerzas políticas y sociales así como de académicos proclives a los cambios y transferencias, asumirá que la descentralización es una vía idónea para reducir de manera efectiva las desigualdades socio económicas y territoriales, buscando que: las políticas de justicia social se articulen con políticas de justicia espacial y ambiental.