De pronto, ha sonado la hora de la integración. El despertador no ha dejado tiempo para desperezarnos y ya todo en el país se ha puesto en pie de guerra integracionista. Todavía no sabemos si lo que hay que integrar son nuestros respectivos procesos de crisis, deudas, inflaciones, informalidades y cóleras, pero ya los aparatos estatales, las cámaras, los sectores productivos, comerciantes, importadores y exportadores se han declarado frenéticamente en acción. Esperemos mientras tanto aclaramos la nebulosa de una integración que nos llega en los tiempos del cólera, y que con cierta condescendencia nuestros políticos y tecnócratas nos vayan explicando hacia donde puede conducirnos el trencito de la integración.